Un acontecimiento que salió en las noticias en el mes de julio de dos mil veinte impactó a la sociedad japonesa: la policía de Kioto había detenido a 2 médicos bajo sospecha de homicidio a solicitud. Conforme las acusaciones, en el mes de noviembre de dos mil diecinueve los sospechosos habrían acudido al domicilio de una mujer de cincuenta y uno años que padecía esclerosis lateral amiotrófica (ELA) —una enfermedad neurodegenerativa incurable— y le habrían administrado una dosis mortal de medicamentos por vía intravenosa, cumpliendo la solicitud de la enferma de percibir la eutanasia. La mujer había contactado con uno de los médicos a través de las redes sociales para solicitarle que realizara la eutanasia, mas no se habían visto en persona hasta el día de los hechos.
Las acciones de los 2 médicos probablemente se hubiesen considerado un crimen por compasión incluso en países y estados donde la eutanasia está legalizada, en tanto que, como no verificaron el tratamiento de la enferma, no le hicieron ningún reconocimiento médico y no conocían bien el cuadro de su enfermedad ni su estado sicológico, no estaban cualificados para juzgar si existía alguna opción alternativa a la eutanasia para mitigar el sufrimiento que declaraba inaguantable. Los 2 sujetos habían expresado en numerosas ocasiones, en weblogs y escritos conjuntos, la idea de que la vida de los ancianos muy enclenques y los enfermos graves no calidad la pena, una visión que poquísimas personas subscriben. Con todo, la opinión de que el país nipón debe iniciar un discute sobre la legalización de la eutanasia para eludir esta clase de acontecimientos gana un impulso notable